miércoles, febrero 16, 2005

   Llámalo como lo quieras llamar, una eterna vida con eterno sufrimiento o una fuga acompañada, irónicamente, por la felicidad.
   Se sorprende el impacto con que llega y la delicadeza con la que se dispersa, apenas me percato de su presencia cuando se va.

Los días son muy cortos cuando me encuentro en el desierto, el sol no sabe, se quema a si mismo mientras a la luna le da miedo y yo ya voy de regreso.
La ciudad hecha de lluvia, donde todo crece excepto la posibilidad de una esperanza,
la misma capacidad que tiene para crear tiene para destruirme.

   Y me espera, tranquila pero segura que este quebrantado hombre regresará a sus brazos... ¡¡¡Soledad!!! ¿Por qué no te puedo dejar atrás?
   No me llamas la atención, se que a donde vaya te encuentro, no importa en que tan justo escondite me meta, ahí siempre habrá lugar para su presencia.

Los días son muy largos cuando estoy en la ciudad de la lluvia, el sol no sale tiene mejores cosas que hacer mientras a la luna se le olvida que a veces que necesitamos de la oscuridad.

Los días se detienen cuando sienten que me voy a retirar, se detienen para darse cuenta que un día mas podría matar, a veces lo logran, pero por ahora fallan.

   Camino tan lento como la lluvia me lo permite, lo que alguien ve como gris yo lo veo como nostalgia y un opaco arco iris, no tanto muerto sino que aún no encuentro su brillo.

En cuanto brille el sol yo me voy, me retiro a buscar un mejor día en el desierto.